“The Top of the Factory”
Se necesita un espíritu pasional y emprendedor para volver a ampliar un edificio como la Fundación Juan XXIII de más de 10.000 m2, una actitud especial basada en el fuerte deseo inicial de dar forma al futuro, de conseguir llegar a todos los niveles de la educación, formación, integración y ocupación laboral de la discapacidad intelectual, de aunar en un solo edificio el amor por lo que se hace.
Nuestro edificio nace de ese mismo deseo inicial, y la nueva ampliación transforma este proyecto colectivo en filosofía construida, asumiendo el potencial de Arquitectura como generadora de ilusiones para crear un edificio que represente y se identifique con los valores humanos de la Fundación Juan XXIII.
Solo podemos construir encima de nuestro propio edificio, un edificio de claro carácter industrial al que ahora hay que añadir más de 3.000 m2 dedicados a escuela de formación con talleres ligeros y aulas. Nos situamos justo encima del taller ocupacional y el comedor, en continuidad con la estructura existente y los núcleos de comunicación, conectados directamente con la torre y cubriendo parte del patio de juegos para conseguir espacios de sombra y acceso directo. Nos destacamos cambiando el carácter industrial por un “sombrero” más doméstico, un juego de pequeñas edificaciones con cubierta inclinada, un pequeño pueblo de casitas, un símbolo, un elemento donde desde el exterior sean reconocibles las nuevas actividades que suceden en su interior, una Arquitectura que contribuya a dar identidad y carácter al edificio tanto en su entorno más próximo, el barrio, la ciudad, como en el más mediático y lejano.
Esta ampliación de cubiertas inclinadas da un carácter más “hogareño” a la edificación, pero a la vez nos permite dotarla de espacios amplios, flexibles, transformables, modulables, diáfanos y muy luminosos para albergar aulas y talleres de todos los tamaños, espacios vivos, cálidos, amables, que sirven para enriquecer el día a día de la formación y educación de los alumnos en un entorno arquitectónico actual, singular y a su vez austero, económico y sostenible.
Entendemos el edificio como un elemento vivo, como parte del proceso de integración y formación de las personas con discapacidad intelectual, proponiendo nuevas formas de entender el espacio educativo y trabajando con lo elemental (austeridad, ausencia de elementos superfluos, durabilidad, eficiencia, eficacia en el montaje, discreción, viabilidad…y visibilidad). Un reto, una apuesta tanto de la Fundación Juan XXIII como de una Arquitectura al servicio del usuario.