El proyecto de una Escuela Universitaria Técnica Superior de 32.000 m2 con una población de 3.500 personas, una infraestructura y equipamiento técnico de alta calidad y un programa variado y complejo, requiere de una respuesta sintética y directa, clara y funcional. Es decir, uno de esos edificios denominados “flexibles”, con predisposición al cambio y capacidad de adaptación así como a la ampliación. Un edificio fundamentalmente práctico y re-programable.
Pero en el título, delante de esas actividades, aparece la palabra “Escuela”, lo que nos recuerda que más allá de su carácter funcional el edificio debe poseer una fuerte carga simbólica, que por su contenido y ubicación está llamado a ser un referente entre los edificios públicos de la ciudad.
Además debe de ser capaz de crear un entorno de Vida Universitaria de alta calidad, en un ambiente académico, emprendedor e innovador dirigido a obtener una alta visibilidad tanto Nacional como Internacional. A su vez su integración social en el entorno debe de ser un modelo de compromiso medioambiental y sostenible en el que tenga cabida la verdadera Enseñanza, que beneficia también las estrategias urbanas en cuanto a su integración en el Sistema de movilidad y transporte público, carril bici, espacios libres y usos y servicios complementarios al universitario que desarrollará la zona social y económicamente.
Repercusión social y urbana
La construcción de la nueva infraestructura permitirá por un lado atender las demandas de los sectores sociales, políticos y económicos de la ciudad que defienden su utilidad pública ante el déficit de espacio en la Universidad de Sevilla, y por otro proyectar Sevilla Internacionalmente con el objetivo final de obtener un Campus de Excelencia Internacional.
También supone la oportunidad de contribuir al desarrollo de un fragmento de la ciudad llamado a convertirse en referente para la progresiva introducción de un nuevo modelo urbano más sostenible y exportable.
La primera responsabilidad en términos urbanísticos se centra en asumir esta situación asegurándonos de que no proponemos un edificio aislado, ensimismado, sino una pieza capaz de establecer un diálogo fructífero con el entorno a través del cual elegir la forma de ocupación, la escala, la volumetría y el tratamiento del espacio libre de la parcela.
La arquitectura nos sirve como proceso estructurador de la realidad que al interactuar con el lugar crea un campo abierto en el que sucederán cosas: se trata de crear las condiciones necesarias para que puedan tener lugar todo tipo de actividades, tanto las previsibles como aquellas que por ahora solo podemos intuir.
La relación del edificio con su ubicación define el grado de sensibilidad con el que se desarrolla la propuesta, prestando especial atención a tres factores: la presencia del futuro Centro Cívico, el respeto por una zona principalmente residencial y la cercanía de la carretera de circunvalación y el río.
La futura Escuela debe convertirse en el nuevo hito que imprima carácter a la operación urbana. Debe ser reconocible en la distancia y a la vez activar el entorno inmediato para consolidar su espíritu ciudadano, definiendo áreas de influencia, accesos peatonales, zonas abiertas, aparcamientos, zonas verdes, etc., convirtiendo el solar en un “supersalón” urbano que nos prepara para acceder al edificio.
Proceso y resultados
A través de los siguientes esquemas tratamos de explicar las etapas del proceso de trabajo que justifican las decisiones finales, analizando la influencia del programa propuesto y su interpretación, la elección de la volumetría en relación al entorno y la situación del edificio dentro del solar, y algunas cuestiones técnicas (criterios estructurales y bioclimáticos) que apoyan el resultado final.